A
MODO DE APUNTES PARA UN LECTOR INTERESADO: ARTE CUBANO DEL SIGLO
XX.
(Este texto forma parte de un capítulo de Arte Caribeño
redactado por el autor, en el año 2000, para un proyecto
de Historia del Arte Iberoamericano. Un proyecto de Apoyo Escolar
y Divulgación Cultural auspiciado por la Organización
de Estados Iberoamericanos (OEI) para la Educación, la Ciencia
y la Cultura, y la Fundación Centro Español de Estudios
de América Latina (CEDEAL); ambos en Madrid).
Por José Ramón Alonso Lorea.
Compartiendo absolutamente la interpretación
del autor, creo que, por ser Cuba país miembro de la OEI,
tal vez habría que “matizar” las alusiones al
dirigismo cultural, la censura, la falta de libertad y el “seguidismo”
del modelo soviético para evitar problemas.
(Nota entregada al autor al término de su trabajo)
CONTRATO DE COLABORACIÓN OEI-Autor.
NOVENA: La OEI, y consecuentemente la Coordinación del
Proyecto, se compromete a respetar en todo momento el contenido
intelectual de la Colaboración del Autor durante el proceso
de edición conjunta de la obra colectiva, haciendo el mejor
esfuerzo para mantener su expresión formal en la edición
final, y por tanto a trasladar y consultar al Autor cualquier circunstancia
que, en dicho proceso y a juicio de las partes, pudiera afectar
al resultado formal de la Colaboración en la edición
definitiva.
Desde el punto de vista académico, las
artes plásticas del siglo XX cubano suelen estudiarse por
períodos que más o menos coinciden con las décadas
que conforman dicho siglo; de hecho es así como lo exponen
las salas permanentes del Museo Nacional de La Habana. De modo que
este itinerario artístico se despliega en seis momentos fundamentales
que corresponden a los períodos de finales del veinte-década
del treinta, finales del treinta-década del cuarenta, finales
del cuarenta-década del cincuenta, década del sesenta,
década del setenta, y ese conjunto variopinto de jóvenes
artistas que andan diseminados por el mundo y que dieron vida al
período ochenta-noventa.
Finales del
20 - década del 30. 
Sobre una tradición decimonónica
en las artes visuales, Cuba se alza a la modernidad a finales de
los años veinte con un proceso intelectual que es equiparable
al que por el mismo tiempo se está desarrollando en el resto
de Iberoamérica. Este "alzarse a la modernidad"
en arte significó el deseo de estos intelectuales de eliminar
el acusado atraso estilístico que dominaba y fueron a la
búsqueda de una actualización artística que
ya habían iniciado los europeos desde finales del siglo XIX.
El primer período se caracteriza por la
entrada de la modernidad bajo la influencia de las corrientes postimpresionistas
europeas. A través de esos códigos formales -novedosos
en Cuba y por lo tanto irreverentes para los postulados académicos
de entonces-, se busca la representación de una identidad,
el rescate y afirmación de unos valores nacionales. Asimilado
los lenguajes de la vanguardia europea, la primera generación
de pintores modernos busca la realidad nacional en sus paisajes,
costumbres y personajes. Comienza el estudio de lo afrocubano, del
folklore campesino... Elemento a destacar es el hecho de que los
artistas, como nunca antes, enfatizan el carácter mestizo,
racial, de su cultura. Lo cotidiano y lo popular, por otro lado,
devienen en interés del pintor. La tarea recuperativa del
arte, en aquel momento, fijó su interés en motivos
de la realidad inmediata, fundamentando su carácter testimonial
(Wood).
Así es como, a finales de los años
veinte, surge en Cuba un movimiento de renovación intelectual
-en la literatura, la música y las artes plásticas-
impulsado fundamentalmente por Revista de Avance (1927-1930).
Una revista que promueve los nuevos estilos vanguardistas de Europa
y la ruptura con los cánones establecidos por la Academia
de San Alejandro (1818), al tiempo que apuesta por la afirmación
de los valores nacionales.
Con una tradición de más de un siglo,
será la pintura -dentro de las artes plásticas- la
manifestación que mejor asume este ejercicio de renovación.
Atrás quedará el retrato aristocrático, los
paisajes idílicos y los temas religiosos, mitológicos
e históricos. Lo cotidiano y lo popular, entran en la pintura.
 |
Víctor Manuel. Gitana tropical,
1929, óleo/tela; 46,5 x 38 cm. (Museo Nacional de Cuba,
La Habana). |
La primera generación de pintores modernos
busca la realidad cubana en sus paisajes, costumbres y personajes.
Pintores como Víctor Manuel, Carlos Enríquez, Amelia
Peláez, Eduardo Abela, Jorge Arche, Arístides Fernández,
Rafael Blanco, Jaime Valls, Antonio Gattorno, Lorenzo Romero Arciaga,
Fidelio Ponce, Domingo Ravenet... iniciarán su labor de pioneros,
al asimilar el instrumental de las vanguardias europeas postimpresionistas,
con el fin de buscar una nueva manera de expresar determinadas realidades
del país. Comenzó entonces el estudio de la rica herencia
africana y de los aportes de la cultura popular campesina.
Víctor Manuel abre la modernidad en pintura
con su Gitana tropical (1929), estetización del carácter
sincrético de la cultura cubana a través de la imagen
de una joven campesina, de enigmática belleza y rasgos mulato-blanconazos.
Su cuadro parece una apropiación de la Mona Lisa de
Da Vinci, y del símbolo de renovación pictórica
que éste representa. En Arístides Fernández
y Arche encontramos nuevamente el retrato como tema, pero ya despojado
de ese modo tradicional y clasista: ya no interesa destacar el status
del retratado con el detalle de ropas y joyas. También se
observan cambios en el tema histórico: la pintura de Carlos
Enríquez, en medio de un expresionismo que transparenta formas
y colores, rescata las tradiciones folklóricas campesinas
a veces con una carga erótica nunca antes vista en la pintura
cubana. O el caso de Marcelo Pogolotti, quien influido por el futurismo
italiano -a la manera de Léger-, aborda el tema de la pintura
comprometida con la causa política, la lucha de clases y
las reivindicaciones obreras.
Finales del 30 - década
del 40. 
En la segunda etapa -años finales del treinta
y década del cuarenta-, se asiste al nacimiento de una segunda
generación de artistas modernos que se avienen con las estéticas
vanguardistas y las soluciones nacionalistas de la promoción
anterior -Wifredo Lam, Mariano Rodríguez, René Portocarrero,
Mario Carreño, Cundo Bermúdez, Roberto Diago, Serra-Badue,
Felipe Orlando...-. De hecho, ambas generaciones comparten en ocasiones
los mismo salones expositivos.
En este sentido, el año 1937 marca con dos
hechos trascendentales: por un lado, la presentación de la
Primera Exposición de Arte Moderno, donde al lado de los
pioneros del vanguardismo en Cuba, exponen representantes de esta
segunda generación; la confluencia de ambas promociones asegura
la continuidad de la búsqueda de lo cubano, y con una concepción
muy personal que los hace bien distinguibles en sus formas expresivas.
Este trabajo continuo permitió la consolidación de
un arte moderno, y hasta determinó la creación de
una pintura regional, luminosa y colorística que, en boca
de la crítica de la época, adquirió el nombre
de "Escuela de La Habana".
Por otro lado, en este mismo año se crea
el efímero Estudio Libre de Pintura y Escultura, impartiéndose
por primera vez en la isla la enseñanza de la pintura mural.
Y es que, a la par de las corrientes postimpresionistas que continúan
influyendo -amén de otras referencias como el expresionismo,
el cubismo y el surrealismo-, se hace sentir con mucha fuerza la
estética del muralismo mexicano y su vocación de proyecto
social. La creación de este Estudio Libre testimonia esta
influencia, concretándose dos objetivos básicos de
este movimiento mexicano: la renovación de la enseñanza
y la práctica de la pintura mural. La composición
pictórica del mural y el esculturalismo de las figuras es
traducido a la pintura de caballete por Mariano Rodríguez
y Jorge Arche.
Ya en la primera mitad de la década del
cuarenta, la plástica cubana está en una etapa de
afirmación de valores temáticos y formales. La herencia
afrocubana, con Wifredo Lam, encuentra un reconocimiento definitivo,
ya no es sólo la representación del negro como raza,
ahora se legitiman, a través del arte, las creencias, los
elementos simbólicos de la cultura que funcionan a niveles
más complejos: personajes, sucesos y formas oníricos
del pensamiento mágico y religioso de la gente, encuentran
un reconocimiento definitivo. La simbología de Lam es rica
en elementos zoomorfos imbricados, a veces, en una copiosa vegetación
a la manera de La jungla (1943). Es la simbiosis entre el
monte y las deidades afrocubanas, lógico remedo de un pensamiento
mítico-simbólico que entiende el monte como habitad
de estos dioses.
 |
Wifredo Lam. La jungla,
1943, óleo/papel reforzado; 239,4 x 230 cm. (Museo
de Arte Moderno, Nueva York). |
|
 |
 |
René Portocarrero. Interior
del Cerro, 1943, óleo/tela; 70 x 57 cm. (Museo
Nacional de Cuba, La Habana). |
|
Es también la época de los paisajes
urbanos y barrocos de la pintura, donde los elementos tradicionales
de la arquitectura, las artes decorativas y el mobiliario, devienen
en protagónico. Hablamos de los arcos y las columnas, de
la herrería de balcones y ventanas, de los medios puntos
de la vidriería y del sillón de mimbre... Es la obra
de Amelia Peláez que recrea, a través de una luminosidad
cromática, la arquitectura de La Habana. O el ejemplo de
Portocarrero en su Interior del Cerro (1943). El barroco
de formas y colores, a veces en yuxtaposición, se despliega
ampliamente en la confección de naturalezas muertas con flores
y frutas tropicales, donde hasta la figura humana se integra y casi
desaparece.
Si bien es la pintura, dentro de las artes plásticas,
la manifestación que mejor asume este ejercicio de renovación,
la escultura dará algunos destacados ejemplos de estilización
y síntesis (Teodoro Ramos Blanco, Florencio Gelabert, Fernando
Boada, Ernesto Navarro, Rita Longa...) En Ramos Blanco asistimos
a un fuerte contraste entre las formas pulidas y zonas sin trabajar
de sus piezas. Por otro lado, Ramos Blanco y Gelabert se interesan
por la temática afrocubana.
Finales del 40 - década
del 50. 
A finales de la década del cuarenta, las
formas expresivas de la pintura figurativa van a evolucionar hacia
la síntesis de las formas -a veces geometrización
de las figuras y los espacios-, lo cual es concordante con el nuevo
estilo internacional que se va gestando: la abstracción.
La década del cincuenta ve aparecer una
tercera generación de artistas que desean integrarse a este
discurso más internacional. Estamos en presencia de la tercera
etapa, esa que marca la segunda gran renovación de la plástica.
Estos nuevos creadores rechazan el estilo figurativo y cromático
que ya entendían superado; se sustantiva el deseo, por parte
de estos artistas, de ponerse al día con lo más novedoso
que se está haciendo en Europa y los Estados Unidos. De modo
que esta década se caracteriza por el enfrentamiento a lo
que muchos creen que es el agotamiento de la figuración -colorística
a veces, nacionalista siempre- como forma expresiva: la abstracción
se revela contra una forma de expresión que era dominante.
Dentro de las estéticas abstractas que se
desarrollan en la isla cabe señalar dos corrientes fundamentales:
el expresionismo abstracto (Hugo Consuegra, José A. Díaz
Peláez, Fayad Jamís, Guido Llinás, Raúl
Martínez, Tomás Oliva, Antonio Vidal...) y la abstracción
geométrica o concreta con sus juegos de geometrías
y planos de colores (Sandú Darié, Salvador Corratgé,
Luis Martínez Pedro, Pedro de Oraá, Loló Soldevilla...).
Sin embargo, contraria a la tradicional escuela
figurativa de La Habana, la hegemonía del arte abstracto
en Cuba fue efímera. Cabe mencionar la obra de dos de sus
representantes más destacados: la del escultor Agustín
Cárdenas, que desarrolló una estética muy moderna
de inspiración africana; y la de Sandú Darié,
que defendió la concepción del arte como "nueva
realidad", creando obras de participación y de intervención
urbana. Finalmente vale agregar que, a pesar del carácter
internacional de los modos expresivos abstractos, de las búsquedas
formales y de la liberación de sentimientos interiores que
ofrece este lenguaje, muchas veces se esconde detrás de las
obras de estos artistas un colorido local, y una estilización
que, como hemos mencionado, hace referencia al legado afrocubano.
Década del 60. 
Con el triunfo de la Revolución (1959),
el nuevo gobierno promueve una entonces incipiente política
cultural que, si bien no define las formas de expresión artísticas
a desarrollar, reniega de las tendencias abstractas todavía
en boga. Veladamente postula, a través de los discursos de
intelectuales de orientación marxista, un arte ideologizado
que ensalce los logros del cambio social, o que al menos sea un
arte que no haga "armas" contra la Revolución.
En estos primeros años sesenta se inicia
la "consecuencia cultural más importante de la Revolución:
la de haber provocado el éxodo continuado de cubanos y la
cristalización de una cultura cubana en países como
Estados Unidos" (Mosquera). Entonces muchos artistas salieron
para el exilio, incluyendo a la mayoría de los expresionistas
abstractos. Éxodo que por decreto se interrumpe a finales
de los años sesenta y que se inicia nuevamente, por decisión
estatal, en la década del ochenta, ante la eclosión
de un arte político de fortísimo cuestionamiento a
las instituciones del gobierno.
En esta primera década "revolucionaria",
el apoyo del gobierno a los talleres de grabado y de diseño
gráfico -eficacísimo medio difusor de mensajes ideológicos-
genera el auge de un arte figurativo a través del cartel
y la valla. Arte que en su forma expresiva evidencia la fuerte influencia
del pop-art y de la cartelística polaca. Artistas como Raúl
Martínez, René Azcuy, Félix Beltrán,
Eduardo Muñoz, Umberto Peña y Alfredo Rostgaard, desarrollaron
con fuerza este lenguaje de afiches, con estéticas que los
hace bien diferenciables: desde la simbología de Beltrán,
hasta el uso de la fotografía en Azcuy, pasando por el dibujo
impresionante de Rostgaard. Se destaca entonces la cartelística
de difusión cultural.
No obstante la hegemonía del cartelismo
durante los años sesenta y parte del setenta, la abstracción
perdura en la obra de importantes artistas como Martínez
Pedro, Antonio Vidal y Sandú Darié. Este último
desarrolla, en la década del sesenta, un arte cinético
en el ámbito urbanístico, sobre todo en La Habana.
A tono con los acontecimientos anteriores, las
artes plásticas de los años sesenta protagonizaron
una "revolución" materializada en la asunción
de lenguajes que se caracterizaron por la libertad de los procedimientos:
desde la abstracción y la figuración, pasando por
el expresionismo y el informalismo, a través de técnicas
experimentales como el ensamblaje y el collage. No obstante la diversidad,
predominó la línea figurativa de carácter expresionista
y muchas veces experimental, siendo el collage la técnica
que permitió "una salida airosa a la abstracción"
(Cobas).
La década del sesenta muestra una importante
representación de la nueva figuración en pintura y
escultura, línea que se venía realizando en los Estados
Unidos desde mediados de los años cincuenta. Destacan de
este período Antonia Eiriz (1931-1995), Raúl Martínez
(1927-1995), Servando Cabrera Moreno (n.1923) y Ángel Acosta
León (1932-1964).
Muy contrario al optimismo de los primeros años
"revolucionarios", la obra de Antonia Eiriz se desarrolla
dentro de las claves de un expresionismo figurativo muy grotesco,
que no se aviene con la línea ideológica que entonces
predominaba. Sus pinturas y esculturas-instalaciones parecen ir
a contracorriente: son la materialización del dolor, del
drama y de la tragedia. Destaca de su producción el cuadro
La anunciación (1962), obra entendida como premonitoria
de la actual situación cubana.
 |
Antonia Eiriz. La anunciación,
1962, óleo/tela; 190,5 x 243 cm. (Museo Nacional
de Bellas Artes, La Habana, Cuba). |
|
 |
 |
Raúl Martínez.
Isla 70, 1970, óleo/tela; 200 x 243 cm.
(Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana, Cuba). |
|
Por su parte Raúl Martínez desarrolla
una línea de experimentación visual a partir de los
logros del pop-art, creando una nueva iconografía que consolida
la imagen de la Revolución, sus héroes y la vida cotidiana
bajo el proceso "revolucionario". El interés por
los temas sociales se aprecia en muchas de sus obras: esquemáticas
figuras siempre expectantes que viven bajo el proceso "revolucionario",
o en la desmitificación que hace de políticos y heroes
nacionales. Isla 70 (1970) es su obra antológica.
Dentro de esta misma línea de iconización de las nuevas
creaciones sociales de la Revolución, se destaca la obra
de Servando Cabrera con la representación de sus milicianos;
discurso que finalmente evoluciona hacia el exaltado erotismo de
sus imágenes.
Finalmente, Acosta León desarrolla una estética
fantástica y surreal, personalísima y atormentada,
colmando sus lienzos de artefactos de la vida cotidiana y desperdicios
sobre ruedas, que marcan la psiquis trágica de este artista;
y Manuel Mendive (n.1944), inscrito dentro de esa línea de
interés por los mitos e imágenes de la religiosidad
popular elabora -al decir de la crítica- sus pinturas y esculturas
más significativas, inventando un curioso y variado inventario
de imágenes para los dioses y las fuerzas sobrenaturales
de la tradición afrocubana.
Década del 70. 
La década del setenta abre con la dependencia
total de Cuba a la Unión Soviética. Sujeción
que se extiende a todos los sectores, incluyendo el cultural. Se
reproduce en la isla el modelo soviético de institución
estatal sobre la cultura, con la consiguiente burocratización
del sistema del arte: producción, distribución y consumo.
Dicho modelo generó, en lo ideológico y en lo estético,
un arte generalmente complaciente y oportunista. Se abrió
paso a lo que la crítica ha calificado como "decenio
oscuro" o "década gris". Bajo el cliché
estatal de "el arte como arma de la Revolución",
buena parte de la producción artística devino en propaganda
de la ideología oficial, y muchos no superaban el estrecho
marco del nacionalismo pintoresco.
No obstante, cabe anotar a favor de esta década
el desarrollo que tuvo el hiperrealismo en las obras juveniles de
Flavio Garciandía (n.1954), Rogelio López Marín
(n.1953) y Tomás Sánchez; así como la aparición
de la obra destacada de artistas cubanos formados en los Estados
Unidos y que, lógicamente, no pueden exponer en la isla:
Juan González (1942-1993), Julio Larraz (n.1944) y Luis Cruz
Azaceta (n.1942). González y Larraz desarrollan su obra dentro
de los parámetros surrealistas, mientras Azaceta hace suyo
los lenguajes del expresionismo. Todos, con más o menos incidencia,
recurren a los aspectos autobiográficos, creando imágenes
en torno a la tragedia del exilio involuntario: soledad y desarraigo.
Dentro de esta misma línea destaca finalmente la obra de
Ana Mendieta (1948-1985), el más destacado ejemplo del estado
de orfandad simbólica del intelectual cubano emigrado. Su
obra es un constante "ritual compensatorio vinculado a su exilio
personal en términos psicológicos, sociales y culturales"
(Mosquera). Es la primera artista cubana emigrada que logra exponer
dentro de la isla (1981).
Período 80 - 90 
A partir de los años ochenta se desarrolló
un fortísimo movimiento artístico de pretensiones
sociales. A la par de la pintura y la escultura, las experimentaciones
de índole conceptual van ganando fuerza. Constituye un arte
disidente que se expresa, principalmente, a través de la
creación de instalaciones y de ambientes, que se interesa
más por la idea que prefigura a la obra de arte, y menos
por el objeto artístico propiamente dicho. De aquí
la experimentación de vanguardia: el "arte de acción"
-happening y performance- que surge como orientación
fundamental, extravertida, como vía de transformación
social. Toma fuerza un lenguaje que pretende fusionar el arte y
la vida. En un principio, los artistas se interesaron por llevar
sus propuestas a la calle, pretendiendo acercar el arte al público.
Creaban situaciones donde hacían participar al espectador
en la obra. Finalmente las propuestas conceptuales retornan a las
galerías y a las salas de exposición.
 |
ABTV (Tanya Angulo, Juan Pablo Ballester,
José Ángel Toirac e Ileana Villazón). La
sonrisa de la verdad -obra incluida en la exposición
Homenaje a Hans Haacke-, 1989, dimensiones variables. (Museo
Nacional de Bellas Artes, La Habana, Cuba). |
Este movimiento –salvando las naturales imprecisiones
de tal generalización -, que instrumentó sus propuestas
desde los aportes del arte conceptual, desarrolló tres líneas
fundamentales de trabajo: los que consideraban que la obra de arte
era un objeto que sustentaba una dimensión espiritual y que
era capaz de curar -Juan Francisco Elso (1956-1988), José
Bedia (n.1959), Ricardo Rodríguez Brey, Luis Gómez
(n.1968)...-. Los que centraron su interés en valorar los
aportes de la cultura popular –Flavio Garciandía, Rubén
Torres Llorca (n.1957), Antonio Eligio Tonel (n.1958), Ciro Quintana
(n.1964), Adriano Buergo (n.1964)...-; y los que desarrollaron su
arte dentro de la crítica social, cultural y política
-Eduardo Ponjuan (n.1956), René Francisco (n.1960), Carlos
Cárdenas (n.1963), Alejandro Aguilera (n.1964), Lázaro
Saavedra (n.1964), Glexis Novoa (n.1964), José A. Toirac
(n.1966)...
Las obras que se plantearon desde la crítica
política fueron las más expuestas a la censura oficial.
Fue el caso, por ejemplo, de la exposición Homenaje a
Hans Haacke (1989) -del grupo ABTV, del cual formaba parte Toirac-,
que no fue abierta al público con el pretexto de que "no
era el momento histórico de reconocer tales cosas como ciertas".
La sonrisa de la verdad (1989), obra incluida en esta muestra,
denunciaba el carácter apologético de un pintor oficial
que, antes de la Revolución y después de ésta,
utilizaba una misma "fórmula artística":
retratar a los líderes políticos.
Para la crítica especializada fue un "renacimiento"
del arte cubano después del "largo túnel oscuro"
de los años setenta, que despertó el interés
del mercado internacional del arte por lo que se hacía en
la isla. Este interés, junto al estado de censura y de velada
represión cultural generó -entre las décadas
ochenta y noventa- el segundo gran éxodo de intelectuales
que, por su elevado número, no había tenido antecedentes
en la isla y que engrosó, en buena medida, lo que se ha calificado
como la "diáspora" de la cultura cubana. Por su
importancia, el propio éxodo devino en recurrido tema de
investigación entre los artistas de los noventa -Alexis Leyva
Kcho (n.1970), Sandra Ramos (n.1969), Tania Brugueras (n.1968)...-,
quienes se plantearon una reflexión en torno a la mencionada
diáspora.
En líneas generales, los artistas conceptuales
reflexionaron sobre el sentido del arte, su función y lugar
en la sociedad. También desarrollan discursos críticos
en torno a los valores de la sociedad contemporánea, a la
política, a la violencia, al exilio involuntario y a la muerte.
Del exilio y dentro de este período vale destacar las obras
de César Trasobares (n.1949), Carlos José Alfonzo
(1950-1991) y Félix González Tórrez (1957-1995).
Madrid, septiembre de 2003.
Glosario 
abstracción. Expresión
artística que no representa objeto reconocible alguno, y
que surgió en Europa en la segunda década del siglo
XX. Desarrolla dos tendencias fundamentales: una -abstracción
lírica- que se apoya en el recurso plástico que
le permite la libertad en el uso del color, y que ya había
descubierto el expresionismo alemán. La otra -abstracción
geométrica-, parte del libre uso de las formas a raíz
de los hallazgos compositivos del cubismo.
cinetismo. Corriente artística
que incorpora a la obra de arte el movimiento real o aparente. Alcanzó
su máxima difusión internacional entre las décadas
cincuenta y sesenta. El movimiento real puede lograrse a través
de móviles accionados por el viento, o por motores. El movimiento
aparente se consigue a través de la utilización de
efectos de luz que producen en el espectador la ilusión de
movimiento. Esta segunda variante también es conocida por
Op art -Optical art- o Arte óptico.
cubismo. Corriente pictórica
surgida en Europa -en la primera década del siglo XX- que
se caracteriza por representar en un primer plano, todos los lados
de un cuerpo, de modo que los diferentes lados pueden verse simultáneamente.
A pesar de su carácter figurativo, la solución formal
de esta pintura a veces parece abstracta y geométrica.
collage. Técnica que
consiste en pegar, sobre una superficie, los más diversos
materiales: papel, tela, plástico, madera... Los primeros
en usar esta técnica como lenguaje artístico fueron
los cubistas. También fue utilizado por el pop
art y por el informalismo.
conceptualismo. Corriente artística
que se interesa más por el "concepto", por el juego
de ideas que se construye en la obra de arte. Poco importa el dominio
técnico del artista, y menos el objeto artístico propiamente
dicho. La obra conceptual se propone a través de diversos
medios: visuales, audiovisuales, literarios, escénicos...
Igual se exhibe en una galería que en un espacio público.
Este modo expresivo tuvo su máximo apogeo hacia los años
sesenta y setenta.
expresionismo. Arte pictórico
que utiliza una combinación violenta de colores y una pincelada
agresiva, dramática. El artista expresionista desborda en
la obra sus sentimientos más íntimos. Esta pintura
puede ser figurativa o abstracta. El expresionismo
figurativo se desarrolló principalmente en la Alemania
de 1905 a 1930. El expresionismo abstracto se desarrolló
en Nueva York en la década del cuarenta.
futurismo italiano. Movimiento
artístico fundado en Milán en 1909, que pretendía
modernizar el arte de Italia liberándolo de su pasado. Se
interesaron por la representación de la tecnología
industrial y los medios de transporte, y utilizaron las formas angulosas
y los trazos enérgicos. Exponente duro de ese "maquinismo"
en el arte fue Fernand Léger, quien vio en el mundo industrial
una referencia estética.
grabado. Incisión de
una imagen sobre una plancha de metal o madera, que luego -con la
ayuda de pigmentos- se imprime sobre un soporte generalmente de
papel. Si el sistema de impresión se realiza por medio de
una plancha de madera tallada, estamos ante el grabado xilográfico;
si es sobre una plancha de metal: grabado calcográfico;
si es sobre una plancha de linóleo: grabado linográfico.
Y si se realiza utilizando un tamiz de seda: grabado serigráfico.
La estampa que se obtiene por medio de estas impresiones también
se llama grabado.
hiperrealismo o fotorrealismo.
Tendencia artística que reproduce en grandes lienzos imágenes
fotográficas. La selección de la imagen fotográfica
fundamenta conceptualmente la obra que se propone. Tiene su génesis
en el momento de apogeo del pop art.
informalismo. Tendencia artística
de influencia internacional hacia los años cincuenta y sesenta.
A partir de una pintura matérica, de texturas espesas, táctiles
y generalmente de colores sobrios, el informalismo incorporará
el azar y el interés en la experimentación, tanto
como el uso de materiales extra-pictóricos, particularmente
los orgánicos y de desechos.
neo (-expresionismo, -realismo, -surrealismo). El
prefijo neo indica el resurgimiento de tendencias; en este
caso, es la reaparición de características expresionistas,
realistas y surrealistas. Son corrientes artísticas
que surgen a finales de los años setenta.
pop-art. Movimiento artístico
que surge en los años cincuenta en Inglaterra y los Estados
Unidos; esta tendencia figurativa es impulsada internacionalmente
por el mercado del arte durante la década del sesenta. Con
ironía y humor sarcástico, los artistas pop
se apropian de aquellas imágenes que provee la sociedad de
consumo y la cultura popular.
postimpresionismo. Corriente
pictórica europea de finales del siglo XIX y principios del
XX, que siguió al impresionismo. Define la obra de
un grupo de pintores -Van Gogh, Cézanne, Gauguin...-, caracterizados
por las experimentaciones en el uso de la línea, el color,
la forma y la composición general de la obra plástica.
Constituyen las fuentes de los vanguardismos del siglo XX: expresionismo,
cubismo, surrealismo...
surrealismo. Movimiento artístico
surgido en Francia en los años veinte, que se interesó
por representar los impulsos del estado de inconsciencia: las imágenes
desconcertantes e ilógicas del sueño se expresan a
través del arte.
|