Los nuevos cantautores cubanos.
Por Dennys Matos Leyva.
El término cantautores no es quizás
el más apropiado y puede que resulte ambiguo para indicar
el fenómeno musical que abordaremos a continuación.
Pero se propone aquí provisionalmente, en espera de uno con
mayor rigor investigativo, con la intención de diferenciar
las creaciones de este grupo de cantautores o compositores
de aquellos situados dentro de lo que se conoce como Movimiento
de la Nueva Trova.
Este grupo de cantautores, cuya producción
comienza en los inicios de los 90, a pesar de haber bebido en las
fuentes de la Nueva Trova, mantiene respecto a esta, en lo musical
y también en lo textual, diferencias esenciales. De ahí
que la mayoría de ellos no se consideren trovadores
o “novísima trova”, como algunos han querido
endilgarles. Entre otras muchas cosas, porque su actitud frente
a la música, el lenguaje y temáticas de las canciones,
es distinta a la que asumen trovadores entre los que se encuentran
Carlos Varela, Santiago Feliú y Frank Delgado. Al grupo de
cantautores al que ahora hacemos referencia pertenecen, entre otros,
el dúo Gema y Pável, Superávit, Lucha Almada,
Orisha, Habana Abierta. Es bueno recordar que este grupo no es homogéneo
ni mucho menos y, por supuesto, presentan variados matices respecto
a sus propuestas musicales particulares. Sin embargo, comparten,
a mi entender, rasgos comunes de los que hablaremos a continuación;
rasgos que revelan la conciencia de cierto espíritu de grupo,
con expectativas musicales diferentes a las de los trovadores:
I- Un singular tratamiento en las temáticas
de las canciones y en el lenguaje en que estas se expresan.
II- Original apropiación y síntesis de la música
popular bailable.
III- Desarrollo de una estética musical con elementos de
nuevo tipo.
IV- Inscripción del grupo dentro de ese proceso conocido
como diáspora cubana.
V- Problemáticas para su inserción en el mercado musical.
I
El modo de situarse frente la realidad varía
notablemente entre los trovadores antes mencionados y este grupo
de cantautores. Diferencias que pueden apreciarse en los textos
de unos y otros. Tomemos por ejemplo Tropicola de Carlos
Varela que dice “Si vas a los hoteles, por no ser extranjero,
te tratan diferente, eso ya está pasando aquí y yo
quiero cambiarlo”. O la canción Para Bárbara
de Santiago Feliú que dice “Siento que tus destellos
ahogan mi brisa, mi brisa que presiento inagotable azul infinita”.
Aquí permanecen, por una parte, las pretensiones poéticas,
dispuestas descriptivamente para tratar las canciones por el lado
y con los materiales más poéticos, con atmósferas
etéreas de tintes trascendentales. Por la otra, el comentario
sociopolítico en múltiples versiones. En versión
simbólica, al estilo de Los lobos se reúnen
de Gerardo Alfonso que escribe “Los lobos se reúnen
en la esquina de la sociedad, la capital es una selva negra”.
O en su vertiente alegórica a la manera de Guillermo
Tell de Carlos Varela, donde se lee: “Guillermo Tell
tu hijo creció, quiere tirar la flecha, le toca a él
probar su valor usando tu ballesta”. Estos músicos
todavía creen en la posibilidad de la utopía, reivindican
el cambio porque piensan que, dentro del estatus establecido, la
realidad puede mejorarse. Esa es la significación que adquiere
la letra de Varela en Jalisco Park cuando dice: “y
sé con qué canciones quiero hacer revolución”.
En sentido general y distanciándose de la
posición antes reseñada, los cantautores no postulan
una voluntad de cambiar o transformar el estado de las cosas. Sus
canciones denotan más bien una postura cínica y paródica
frente a la realidad, y evitan el compromiso crítico del
tipo revolución dentro de la revolución. Este cambio
de visión y actitud viene dado por la crisis que se produce
a mediados de los 80, en las zonas consensuales del espacio social.
En cuyas causas influyen, entre otros, los siguientes factores:
.Primero, la glasnost del segundo deshielo
soviético como estrategia de transparencia informativa, que
mostró al mundo un proceso de sistemáticas autocríticas
respecto a los graves errores del proyecto social identificado al
socialismo.
.Segundo, la emigración en el 80 por el Mariel, que cuestionó
aquellos discursos productores de una imagen fuerte y saludable
del ente nacional, haciendo ver las contradicciones inmanentes y
las fisuras generadas por el proyecto revolucionario.
.Y tercero, cohesión de la comunidad cubana en Estado Unidos
que, a su entrada a la isla, cuestiona los fundamentos territorializados
con los que, hasta entonces, se pensaba en la nación.
Esta generación de cantautores no es contestataria,
porque está desengañada y la evaporación de
sus ilusiones los lleva a tener conciencia de ser una generación
estafada. Por eso no les preocupa contestar y los textos se recrean
en tonos de crónica personal, como es el ejemplo de la canción
24 Horas de Habana Abierta que dice: “Yo sólo
me enfermo con lo que no hago, quién te estafó, quién
te engañó... si yo te doy lo que hay, si yo no te
hago mal, que vas a contarme ahora”. En las letras de estos,
las pretensiones poéticas anteriores son sustituidas ahora
por un estilo con giros coloquiales de matices pop. Estas formas
cambian lo descriptivo por arranques conversacionales, enfatizando
un lenguaje más directo, adoptando incluso elementos del
choteo popular. Todo ello enunciado desde un sujeto que no vive
su tiempo como conciencia de una epopeya colectiva revolucionaria,
sino como individualidad que fluye dentro de su identidad cultural
esencial, frente a la crisis de valores de un proyecto político,
ideológico y social que se derrumba bajo el peso de sus propios
errores e inconsecuencias.
II
La música de la Nueva Trova es, por lo general,
una música que está hecha fundamentalmente para escucharse.
Es una música que, aunque tiene su origen en la trova y otros
géneros populares, sufrió un proceso de evolución
hasta alcanzar altas cotas de elaboración y barroquismo.
En este sentido se puede decir que era una música de concierto,
dirigida más bien a un público culto. Del mismo modo
se puede afirmar que estaba hecha más para escucharla que
para ser bailada (es difícil imaginar al público bailando
en un concierto, por ejemplo, de Silvio Rodríguez o Santiago
Feliú).
En cambio, esta generación de cantautores
está imbuida de un espíritu popular. Sus fuentes de
inspiración tienen relación con la Nueva Trova pero,
en la misma medida, están estrechamente ligadas a la música
popular bailable cubana (Los Van Van e Irakere) y a la música
anglosajona y latinoamericana de los últimos 20 ó
25 años. En sus actuaciones, se “provoca” al
público, se canta y baila, buscando interactuar con él.
Reclamando de éste una participación más activa
dentro de los conciertos, de forma que sea también parte
de la actuación. Algo, por lo general, poco probable en la
Nueva Trova, en cuyos conciertos el protagonismo era exclusivo del
trovador. Lo popular cobra un protagonismo especial, fluye a través
de códigos de menor densidad intelectual y reflexiva.
III
Su estética es de carácter inclusivista
y sintética. Basada no en el eclecticismo, conjugación
mecánica de contenidos, sino que brota de la expresión
generacional, desarrollada dentro de un singular contexto. Fenómeno
que comienza a verificarse a principio de los 80, acentuándose
a finales de la misma década. Varios son los aspectos que
lo condicionan, pero dos son de la mayor importancia.
De una parte, la proliferación de las radio-estaciones
norteamericanas, de la otra, las primeras visitas a la isla de la
comunidad cubana en el exterior. Esto provocó un flujo e
intercambio de información que afectó directamente
las características del campo de producción musical,
redibujando el contenido de su mapa. En estas nuevas circunstancias,
las innumerables y potentes estaciones de FM norteamericanas -transmitiendo
las 24 horas- se escuchaban mejor (estéreo) que las de Santiago
de Cuba, Pinar del Río o de la propia Habana. Dando la sensación
de que la Florida estaba tan cerca como ellas. Esto, junto a la
circulación continua de discos y revistas de todo género
de música, introducido principalmente por esa comunidad cubana
en el exterior, producía un universo sonoro en el que tan
conocidos y populares podían ser Los Van Van, Irakere o Son
14, como Led Zeppelin, Van Halen o The Police. Un marco musical
que ya se convierte en estado natural y del que emerge esta nueva
generación con la hibridez y el inclusivismo, como modos
de expresión por excelencia y señales distintivas
de su estética.
En esta postura encontramos una explícita
actitud hacia la música, que prescinde de los esquemas dicotómicos
Nacional vs Extranjero o Socialismo vs Capitalismo; permitiendo
la fusión de aspectos expresivos particulares, que producen
modalidades musicales no condicionadas previamente por estructuras
rítmicas o patrones armónicos algunos, a los que luego
se suman yuxtaposiciones de influencias. Ocurre más bien
que, en un mismo tema, existe un rosario de sonoridades fundidas,
sintéticamente equilibradas cuyo proceder va desde la vieja
y Nueva Trova, rastreando casi todos los géneros de la música
popular, hasta la música brasileña, el rock y el pop
de todas las corrientes y latitudes. Por eso sus señales
de identidad vienen marcadas, desde la misma génesis, por
experiencias unificadoras que producen una síntesis directa.
De ahí el carácter híbrido de sus piezas que
suenan, no como aleaciones o amalgama de elementos, sino como una
fusión coherente e instantánea.
IV
La consolidación de esta generación,
digamos que en su terreno original, se ha visto seriamente golpeada,
para bien o para mal (sólo el tiempo lo dirá), por
un precipitado proceso de diáspora. Esta situación
acarrea dos problemas fundamentales que afectan importantes planteamientos
sobre la creación de las obras. En primer lugar está
la pérdida de lo que comenzaba a ser su “mercado”
natural, en el que se despliega su esencia y reconoce su evolución.
La crítica situación del país y la posibilidad
de abrirse paso en el exterior, precipitaron la salida masiva de
esta generación. Y así, apenas naciendo, quedaba huérfana
de lo que era su “mercado” natural y esto, a su vez,
la privó de estructurar una base sólida, que sirviera
de trampolín para su lanzamiento en el mercado internacional
(como sí contó, por ejemplo, la plástica a
través de las Bienales de La Habana, o el propio movimiento
de la Nueva Trova).
En segundo lugar hay un cambio radical en las condiciones
del campo de producción musical. El contexto donde surge
y se desarrolla esta nueva generación, no está sujeto
a las imposiciones y la mercadotecnia de la industria discográfica.
Son elementos que no afectan las coordenadas del campo de producción
en el que se situaban estos autores. En otras palabras, las ventas
prácticamente no influyen y mucho menos determinan, el carácter
y continuidad del proceso creativo. En sentido general, el resultado
final de las obras se acerca bastante a lo propuesto inicialmente
por los creadores. Pero en un contexto como en el que se encuentran
ahora, estos factores existen, cobran un peso tremendo y hay que
comenzar a jugar con ellos. A esto debe sumarse la amarga experiencia
de vivir y crear fuera del país. Como se evidencia en el
tema La Habana a todo color de Vanito Caballero que dice:
“Bendita sea La Habana, ciudad de mi sentimiento, su litoral,
sus barriadas sus gentes y sus monumentos... Allí dejé
bien clavada la punta de mi memoria”. A un tiempo comienzan
a sucederse alusiones a la distancia, que se traduce en una especie
de cercanía dolorosa e irrecuperable: “Dejé
mi patria querida hace más de un año ya, y por más
que me lo proponga mi herida no cerrará” (537 Cuba,
Orisha). Esta sensibilidad generacional exalta una memoria de imágenes
y elementos de identidad, dirigida a recuperar desde un sujeto consciente
de la escisión, el ente cultural perdido. De este modo se
convierten en una expresión del drama que tipifica el exilio:
Cuba es estar fuera de Cuba. Querer, desear estar más cerca,
cuando más lejos se está, que no es otra cosa que
el dolor irremediable de la orfandad.
V
La salida de la isla de la casi totalidad de esta
generación, y su inserción en el mercado musical internacional,
ha tropezado con varios problemas derivados de las circunstancias
antes apuntadas. El mayor obstáculo está relacionado
con el desconocimiento y la ignorancia, por parte de muchos productores
y discográficas, de la evolución musical que tuvo
La Nueva Trova. Desde sus paradigmáticos Silvio Rodríguez
y Pablo Milanés, hasta llegar a lo que es hoy, por ejemplo,
las obras de Gema y Pável y de Habana Abierta. Por eso no
entienden. Al tener como referente sólo a la Nueva Trova
propiamente dicha, le pueden parecer extrañas e incongruentes
estas jóvenes propuestas, porque aún la interpretan
bajo el esquema trovadoresco.
Está claro que el modo de crear de estos
nuevos compositores es bastante alejado de la idea y los clichés
que, fuera de la isla, tradicionalmente se tienen de la música
cubana. Por razones históricas y culturales, los géneros
populares y la Nueva Trova se han encargado de establecer durante
décadas cierto sello de autenticidad de lo que debe ser considerado
como música cubana. Buena Vista Social Club es sólo
el ejemplo más actual de lo que se ha conocido y vendido
a gran escala en casi un siglo. Por lo que la irrupción de
jóvenes músicos, que hacen música no al estilo
del son, la guaracha, el bolero, el chachachá o la trova,
aunque la tengan presente, toma por sorpresa a todo un mercado.
Una muestra de que comienza a haber respuesta por
parte del mercado es la reciente edición del disco de Kelvis
Ochoa titulado con su nombre. Al que se suman las recientes obras,
entre otros, de Equis Alfonso (Mundo Real y X Moré),
Amaury Gutiérrez (Piedras y Flores y Amaury
Gutiérrez) y David Torrens (Mi poquita fe,
y Ni de aquí ni de allá). Si a ello agregamos
la próxima edición de las obras de Nilo Castillo,
Luis Alberto Barbería, Julio Fowler y Boris Larramendi, convendremos
que, poco a poco, se va abriendo un espacio para sus creaciones.
El cambio radical en las condiciones de producción
musical indican que no se debe escribir y componer como si se estuviera
en Cuba, pretendiendo que funcione en otro contexto sin ningún
problema. En modo alguno quiere decirse correr tras el mercado,
sino saber que existe, que tiene sus reglas y que hay que jugar
con ellas. De manera que las propuestas, sin perder su autenticidad
y haciendo las rearticulaciones de los códigos convenientes,
salgan adelante. No es fácil lograr esta conjugación,
pero, por supuesto, es perfectamente posible. Ya se ha comenzado
y talento hay de sobra para lograrlo.
Madrid, 200_.
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