Porno y Arte. Ninguna historia es inocente. Tampoco la curaduría artística.

Por José Ramón Alonso Lorea.

No History is Innocent: Politics & Porn

Carlos Enríquez & José Angel Toirac
http://panamericanart.com/themaingallery/
6300 NW 2nd Ave, Miami, Fl 33150

Carlos Enríquez y José Toirac, artistas cubanos de muy alejadas generaciones, recién comparten una muestra conjunta en Miami, ¿qué es eso?... En principio, algo inusual. No suelen elaborarse proyectos curatoriales donde coinciden, en un mismo espacio, obras de la vanguardia histórica y de artistas contemporáneos. La culpa, o el beneficio, es de los curadores Janda Wetherington, Irina Leyva y Alejandro Machado, y del equipo de trabajo de Pan American Art Projects. Cuando nos hablaron de esta exposición, sin darnos detalles, nos preguntábamos qué elementos visuales, qué argumentos conceptuales, se habrían manejado para relacionar ambos discursos tan divergentes. Sí estábamos convencidos de la calidad de la propuesta, pues en la obra de ambos artistas habita ese carácter transgresor, polémico y anti-sistémico, que asegura un buen hacer artístico. Además, el título de la muestra, con esa trinidad de historia, política y porno, ya nos anticipaba un goce prematuro, en el intelecto y en la libido.

Cuando uno entra en la sala de exposiciones de Pan American Art Projects, salta a primera vista los contrastes. Ciertamente todas las obras son de pequeño formato y sobre papel, pero, qué tienen que ver ese grupo de dibujos literalmente sexuales de Enríquez a la derecha, y ese otro conjunto de acuarelas de apariencia ingenua y banal de Toirac a la izquierda. Conociendo la obra de ambos, rápidamente advertí que aquí había “gato encerra’o". Sin perder tiempo, me di a la tarea de comprender ese diálogo existente entre lo turgente y lo eréctil, lo polémico y lo manipulado. Antes me fue necesario pasar por la mesita intermedia y servirme la necesaria copa de vino que estimula los sentidos, pues aquí, imaginaba, en esta parcela del arte, reinaba Baco y sus bacanales.

Las obras de Enríquez son de una exquisitez literalmente pornográficas. Es la mano de un maestro del dibujo, muy conocedor de la arquitectura corporal, del gesto y el movimiento. Pero estas obras no parecen tener cabida en la crítica tradicional, por eso no se enseñan en las escuelas de arte. Se censuran las obras y se censura la literatura en que se basan los dibujos. Por suerte está el trabajo de una galería y el texto de un brillante profesor, Juan Martínez, quienes en esta exposición nos descubren estas piezas. El profesor nos asegura, con sonrisa de quien entiende la naturaleza humana, que estamos en presencia de “pornografía artística” dibujada hacia finales de 1930 o principios de 1940, y de un intento, evidentemente logrado, por “perturbar las buenas costumbres sexuales”.

Son escenas admirablemente dibujadas en base a los Sonetos Lujuriosos de Pietro Aretino (1492-1556). Las líneas de Enríquez son seguras, suaves, sensuales y eróticas, a veces superpuestas como capas transparentes que, en un todo perfectamente construido, describe a parejas fornicando en medio de falos y escrotos, vulvas y pechos, turgentes y prominentes. Con pocas líneas, que a veces recuerda la síntesis de la estampa japonesa, construye Enríquez fondos de paisajes marinos, columnas clásicas falo-morfas, y nubes extendidas en el horizonte, a veces apacibles, a veces tormentosas, dependiendo de la temperatura de la escena. También con mínimos trazos construye espacios renacentista interiores o exteriores, con almenas y fuentes fálicas que escupen fluidos.

Son personajes históricos, de las esferas del poder y del arte renacentistas, o ficciones que escapan de los anteriores, fornicando de la forma más real o imaginada que se desee: aquí no hay medias tintas para moralistas o dogmáticos censores del placer sexual. Intentemos, sólo para adultos, la descripción literal de algunas de las piezas, con el interés de trascender el efímero acto de la exposición: Pietro Aretino se introduce un dedo en el ano al tiempo que suavemente acaricia el pezón eréctil de una chica de Botticelli, ese tipo de mujer florentino creada por el pintor del Quattrocento italiano. Al escritor y al pintor dedica Enríquez su primer dibujo. César y Lucrecia Borgia, retratados a la manera de Giorgione, en una doble penetración de mano y pene, testimonian esa supuesta relación incestuosa que fue gravemente usada por sus infinitos oponentes políticos. A los pies de la pareja, bajo unos pliegues sugeridos con ondulantes líneas, la máxima de César, Aut Caesar aut nihil (O César o nada), y la daga y el veneno que abren la puerta trasera al poder. Un Carlos V de Tiziano, entre almohadones, ensimismado por la pronta penetración en manos de mujer. Un Miguel Ángel cabalgado sobre el suelo por otra florentina a lo Botticelli. Los dedos de los pies del artista del renacimiento, que no escapan del sarcasmo de Enríquez, se electrifican en medio de una espasmódica eyaculación, al tiempo que levanta trabajosamente el mentón de su cabeza para mirar hacia otro lado, presionado quizás por su pasión homoerótica.

Y así vemos gozar al clero y a la nobleza, atados a un libertinaje que públicamente reprimían. Desde el Papa Alejandro VI a lo Pinturicchio, que es el papá Borgia conocido por su nepotismo, intrigas y violencia política-militar, y que bajo un sahumerio con logo fálico practica un ritual fornicador de limpieza y purificación. Hasta el gran inquisidor, Cardenal Fernando Niño de Guevara a la manera del Greco, que con su enorme miembro al aire va a por la hembra que fornica, y que nos mira con desaprobación, castigando nuestro voyerismo. Un 69 de prominentes genitales de un Julien de Médici a lo Botticelli, quien fuera asesinado por los Pazzi, otra familia de banqueros enemigos; desde el fondo de la felación y el cunnilingus nos mira una incomprensible Mona Lisa de hombros encogidos, tan enigmática como su sonrisa. Un Francisco I a lo Jean Clouet, cogido por los escrotos de la mano de una exuberante mujer; graciosamente Enríquez hace reposar sobre una mesita auxiliar la armadura de éste, también conocido como “Rey Guerrero”, es el descanso del Caballero de Armas, es Venus que cabalga sobre el falo de Ares. Un Enriques VIII de Inglaterra, monarca absoluto ilustrado a la manera de Joost Van Cleve, casado seis veces y que ahora nos mira risueño enseñándonos cómo realiza “acto contra natura” sobre ano de mujer. Aquí destaca la ironía de Enríquez, pues fue éste el monarca que promulgó la legislación contra la sodomía, castigando con la muerte por ahorcamiento. No es ocioso apuntar que la hembra que aparece copulando con el Gran Inquisidor y con Francisco I tiene en su rostro algo de Eva Fréjaville, la modelo y segunda esposa de Enríquez, y que conocemos por los bellos desnudos que en estos mismos años le realizó el pintor. Huelga decir que el proyecto de Enríquez nunca pudo exhibirse y menos publicarse. Tuvimos que esperar hasta 2011 para que el libro, con los poemas de Aretino, los doce dibujos de Enríquez y una presentación del profesor Juan Martínez, fuera publicado por Pan American Art Projects en una edición limitada.

Terminada la visualización de las obras de Enríquez, y antes de volvernos a las acuarelas de Toirac, nos fue necesario pasar a por la segunda copa, por aquello de que el vino es un excelente vaso-dilatador, es decir, excelente aliado de la comprensión intelectual, y del placer sexual, lo cual estaba a tono con el contenido artístico que disfrutábamos.

Estábamos frente a una veintena de pequeñas acuarelas de Toirac muy bien logradas. Toirac es un artista conceptual que sabe pintar. Pero estas acuarelas eran tan convencionales como engañosas, como todo su arte. Sagaz investigador, fabricante profesional de contenidos artísticos profundamente conceptualizados, Toirac suele jugar a confundir nuestro sentido de la interpretación: las obras, y aquí estaba el detalle, estaban realizadas por las dos caras. La serie de acuarelas nos mostraban un conjunto de objetos que hacen alusión a lo cubano, es decir, objetos que generan, por su cotidianeidad, un imaginario de lo nacional: desde cajetillas de cigarros y puros habanos, hasta la reproducción de un periódico Granma, órgano de prensa del Partido Comunista, único partido legalizado que gobierna la isla desde hace más de cincuenta años; desde una serie de souvenirs de intención decorativa o religiosa, hasta reconocidas botellas de ron. Por propia estrategia del artista, que consideraba poco probable ver las obras por detrás, y desde la propia concepción museográfica, se nos permitía observar el reverso de sólo una de las acuarelas: aparecía entonces una foto de aficionado donde posa una joven desnuda que tenía, al lado de su genital rasurado, la botella de ron Havana Club que se ilustraba en la acuarela. De modo que las acuarelas, con ese adosado fotográfico porno-casero, se consumaba en una amplia relación de tradicionales opuestos: lo público y lo privado, lo permitido y lo censurado, lo nacional y lo global.

Debo decir, faltando a la estrategia del artista, que yo pude ver, y disfrutar, todos los reversos. En eso fueron muy amables los curadores de la muestra. Hay fotos bien interesantes que muestran a jóvenes mujeres en juegos sexuales que hacían la parábola a los sonetos de Aretino y a los dibujos de Enríquez. Dejo al lector la capacidad para imaginar todo lo que se puede lograr con un plátano, un tubo de desodorante o un habano. Toirac asegura que esta serie igualmente hace referencia a la “crisis de los 50, al cliché de que los hombres, cuando llegan a esa edad, necesitan probarse con muchachas jóvenes”. Ciertamente es esa una verdad, como toda expresión demasiado repetida, siempre dicha a medias. Llegados a los cincuenta, e independientemente de su género y orientación sexual, los humanos miramos con nostalgia, y con deseo de degustar aunque sea con la vista, esa adolescencia perdida. Es el Antínoo que se nos fue. El Adriano de la Yourcenar nos lo explica mejor. Allá aquellos que acusan de pernicioso e inmoral lo que miran con disimulo.

Destaco de los argumentos de Toirac, tres razones que definen a esta serie: primero, el conjunto de fotos de contenido sexual fue catalogado en Cuba como “escándalo público por el comportamiento sexual de los estudiantes de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) que habían subido fotos privadas a internet. Este hecho, las fotos que se hicieron públicas porque circularon de mano en mano, es el punto de partida de la serie”. Segundo, a semejanza de la vida misma, “cada una de estas obras tiene dos caras y varias capas de significados”, desarrollando dos mosaicos de opuestos que se complementan. Y tercero, para la construcción de estas obras, Toirac se ha enfocado en aquellos objetos que ubican en Cuba la situación recogida en esas fotos privadas: “una vez que identifico tales objetos, procedo a localizarlos en mi entorno inmediato para, una vez que los tengo, tomarle la foto que me sirve de referencia para pintar la acuarela”. De modo que el artista, con una metodología de trabajo que le ha sido fiel a lo largo de su carrera, almacena, contrasta y manipula información, en ello está el secreto de una ecuación artística que le permite ser extenso, complejo y diverso, sin dejar de ser coherente.

En el contexto de la muestra, el profesor Juan Martínez impartió una conferencia sobre el erotismo en el arte, especificando en el cubano, con imágenes internacionales, desde los frescos pompeyanos y Picasso, pasando por los voluptuosos desnudos de Guillermo Collazo y por la posterior vanguardia cubana, hasta terminar con énfasis en los dibujos de Enríquez y acuarelas de Toirac. Antes de la conferencia, el maestro le pidió al curador Alejandro Machado que le ofreciera detalles sobre el proceso de construcción e intento fallido de exposición de estas acuarelas en La Habana. Especializado en la obra de Enríquez, el profesor tuvo igualmente palabras muy elogiosas para la obra de Toirac, a quien consideró uno de sus artistas contemporáneos favoritos.

Al final del recorrido, levanté mi tercera copa a favor de este proyecto, y aviso que los dibujos, las acuarelas y el libro de Aretino con edición limitada, lo tienen en venta en esta galería. Definitivamente, más allá del arte y del porno, de la política y de la censura pública, la apuesta curatorial de Pan American Art Projects ha sido seria, divertida y valiente, al normalizar el discurso en torno al sexo, y proyectar el placer sexual como derecho básico del ser humano.

Miami, Nov. 2016 / Ene. 2017. arriba

Otra versión de este texto, más los 12 dibujos de Enríquez y las 25 acuarelas de Toirac con sus respectivas fotografias de referencia, pueden verse en el libro El poder de perturbar las buenas costumbres, 2018.

 

Ilustraciones.

 

Carlos Enriquez

 

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Carlos Enriquez. Soneto VIII , en Sonetos Lujuriosos de Pietro Aretino. Foto cortesia de PAAP.

 

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Carlos Enriquez. Soneto X, en Sonetos Lujuriosos de Pietro Aretino. Foto cortesia de PAAP.

 

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Carlos Enriquez. Soneto XI, en Sonetos Lujuriosos de Pietro Aretino. Foto cortesia de PAAP.

 

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Carlos Enriquez. Soneto XII, en Sonetos Lujuriosos de Pietro Aretino. Foto cortesia de PAAP.

 

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Carlos Enriquez. Soneto XIV, en Sonetos Lujuriosos de Pietro Aretino. Foto cortesia de PAAP.

 

 

 

 

Jose Toirac

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Detalle de la foto de referencia, objeto encontrado (periódico Granma) y acuarela. Cortesia de Jose Toirac.

 

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639-1326. José Toirac, Serie La Crisis de los 50, 2015. Watercolor on paper and C-print. (Anverso y reverso de la obra). Foto cortesia de PAAP.

 

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De la Serie La Crisis de los 50. Acuarelas de José Toirac en Pan American Art Projects, Miami. Foto cortesia de PAAP.

 

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639-1304. José Toirac, Serie La Crisis de los 50, 2015. Watercolor on paper and C-print. (Anverso y reverso de la obra). Foto cortesia de PAAP.

 

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De la Serie La Crisis de los 50. Acuarelas de José Toirac en Pan American Art Projects, Miami. Foto cortesia de PAAP.

 

PornografiaArtistica

639-1302. Serie La Crisis de los 50, 2015. Watercolor on paper and C-print. (Anverso y reverso de la obra). Foto cortesia de PAAP. arriba

 

 
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© Marlene García 2003 para José Ramón Alonso