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Principio de nacimiento y vida: el ombligo en la cultura taína.

Por Esteban Maciques Sánchez.

Dentro de la mitología taína, las referencias a la formación o nacimiento de este pueblo son realmente escasas. Apenas se conserva una sucinta alusión:

"La Española tiene una provincia llamada Caonao en la que está una montaña, que se llama Cauta, que tiene dos cuevas nombradas Cacibajagua una y Amayaúna la otra. De Cacibajagua salió la mayor parte de la gente que pobló la isla. Esta gente, estando en aquellas cuevas, hacía guardia de noche, y se había encomendado este cuidado a uno que se llamaba Mácocael; el cual, porque un día tardó en volver a la puerta, dicen que se lo llevó el Sol (...) y así fue transformado en piedra cerca de la puerta". (Pané, 1974, p. 22).

Por la mutación que sufre Mácocael (petrificación), muchos han visto en las esculturas pétreas, pictografías y petroglifos de cavernas la representación de este cemí. Pero llama la atención, sobre todo, el paralelismo de este mito con otros de creación, particularmente con uno incaico que cuenta que

"El hacedor empezó a hacer las gentes y naciones que en esta tierra hay (...) y acabado de pintar y hacer las dichas naciones y bultos de barros, dio ser y ánima a cada uno por sí, así a los hombres como a las mujeres, y les mandó que se subiesen debajo de la tierra, cada nación por sí, y que de allí cada nación fuese a salir de las partes y lugares que él les mandase; y así dicen que los unos salieron de cuevas, los otros de cerros, y los otros de fuentes; y otros de lagunas y otros de pies de árboles... Y dicen que el primero de aquel lugar (que) nació allí se volvió a convertir en piedras, otros en halcones y cóndores y otros animales y aves". (López-Baralt, 1985, p. 49. Tomado de Cristóbal de Molina: Fábulas y ritos de los incas. Subrayado EMS. Sic)

Y traigo a colación el mito incaico no sólo por la casual coincidencia sino porque es un buen ejemplo de toda la riqueza cultural que pudiera existir detrás de la escueta alusión a la génesis del pueblo taíno. Es necesario decir que la preocupación por el primer hombre y su descendencia es también tema de la mitología amazónica en general y antillana en particular.

Sven Loven (1935, p. 565 y 566) afirma que en el caribe insular, rama etnolinguística del tronco aruaco, el primogénito fue Luquo, quien descendió del cielo e hizo salir a su pueblo de su gran ombligo. Este Luquo "no es otro que el aruaco Lukku, que significa hombre (...) palabra que también se encuentra en lengua taína, en lucayos, que significa hombres de las islas." (Tr. EMS).

Recogida en lokono o aruaco hablado en Surinam y en la Guyana Británica como loko, su aparición en lucayos pudiera aludir a la cualidad mágica que, por excelencia, distingue a Luquo: en el An Arawak-English Dictionary, with an English Word-list (Georgetown, 1989, p. 52 y 64) se refiere "ombligo" como Koyo o Koyohii, de donde lucayo / lucoyo pudiera equivaler a “el ombligo del hombre" o “el ombligo de Luquo” . La posibilidad de koyo como ombligo en el léxico aruaco se refuerza si lo comparamos con un sinónimo recogido en el Vocabulario para la lengua aruaca (Colombia, 1765. Publicado en 1826), daccuyu, compuesta por dac (referida como day, daca con el significado de "yo") y el lexema cuyo, que bien pudiera alternar con kaya / koyo.

La inclusión de la palabra caribe Luquo , en el léxico taíno, es evidencia no ya de los contactos físicos entre estos grupos humanos, conocidos históricamente, sino de préstamos lingüísticos y en este caso, no de un simple préstamo periférico: el término "hombre" forma parte del léxico básico de toda lengua (Taylor, 1977, p. 131-132). Este préstamo es, por tanto, expresión de una fuerte y antigua relación cultural, que se remonta al tronco lingüístico común. Por tales razones, no debe extrañarnos la supervivencia de mitos que -¿realmente son genuinamente caribes?- en la mitología taína y su repercusión en manifestaciones de la plástica, cosa que se verá después.

Volviendo a Luquo, ¿cuál es su mencionada cualidad mágica por excelencia?:

"Luquo fue el primer hombre y el primer caribe; no fue hecho de nadie, sino que descendió del Cielo aquí abajo, en donde vivió largo tiempo. Tenía un gran ombligo de donde hizo salir a los primeros hombres, así como de su pierna, haciéndose una incisión (...) Hizo los peces de raeduras y pequeños trozos de mandioca que tiró al mar; y el más grande de los grandes disparates: resucitó al tercer día después de su muerte y volvió al cielo. Los animales terrestres vinieron después, pero ellos no saben de donde." (Robiou L., 1989, p. 200. Sic).

La referencia al ombligo en la mitología taína es realmente mínima, pero en ella también está asociada a un principio de nacimiento y vida:

"De la forma que dicen tener los muertos.
Dicen que durante el día están recluidos, y por la noche salen a pasearse, y que comen de un cierto fruto, que se llama guayaba, que tiene sabor de membrillo, que de día son... y por la noche se convertían en fruta, y que hacen fiesta, y van juntos con los vivos. Y para conocerlos observan esta regla: que con la mano les tocan el vientre, y si no les encuentran el ombligo, dicen que es operito, que quiere decir muerto: por esto dicen que los muertos no tienen ombligo.” (Pané, 1974, p. 32. Subrayado EMS. Sic)

Lo anterior me hizo pensar en un inicio que el ídolo de la lámina 1 se hacía con sus manos un ombligo para, así, pasar por vivo. Después de revisada la colección de idolillos colgantes y habida cuenta de lo anterior, he podido comprobar que en este mudra se destaca el ombligo o, lo que es lo mismo, la fuerza creadora, vivificadora del dios.

Lámina 1. Idolillo colgante de piedra, Nº. 411, Colección Museo Antropológico Montané, Universidad de La Habana.

El ombligo, como punto focal generador de vida, se subraya por su omisión en las opías, espíritus que vagan y que prefieren como alimento el fruto de la guayaba. Por esta preferencia numerosos autores han asociado a los murciélagos con las opías y han encontrado en el arte taíno motivos sobrados para hablar de ellos (Herrera, 1950; Suro, 1966; Roget, 1975; Vega, 1976; García Arévalo, 1977 y 1984; entre otros).

García Arévalo (1984, p. 49 y siguientes) afirma:

"Otro testimonio del alto sentido iconográfico que vincula al murciélago con el mundo de los ausentes lo constituye a nuestro modo de ver, el hoyuelo, generalmente circular o arqueado, que muestran en su parte central muchas de las representaciones quiropteriformes taínas, especialmente las modeladas en las asas cerámicas." (Sic)

Y destaca el carácter dicotómico de los símbolos ombligo/murciélago:

"El agujero, independientemente a su posible función utilitaria de servir para colgar el recipiente (1), podría ser interpretado dentro del carácter expresionista y esquemático de la decoración taína como un símbolo mítico que sugiere la ausencia del ombligo, rasgo distintivo que en su panteón anímico diferenciaba a las opías de las personas vivas" (Sic).

La fusión de símbolos contrarios en una misma pieza no debe sorprendernos pues es común al pensamiento mágico primitivo.

Entonces, tenemos un ídolo como el 96 del Museo Antropológico Montané (lámina 2) en donde una cara, que impresiona como murciélago, aparece sobre un disco que, en bandas concéntricas de alto y bajo relieve, muestra en su centro una depresión a manera de un gran ombligo en cuenco circular. Si realmente se asocian en esta ocasión el símbolo de la muerte (murciélago) con el de la vida (ombligo), se trata de un ejemplo más de esta relación. Pero si se explica este ídolo como formado por una cabeza que emerge de unos círculos concéntricos (ombligo), tal vez estemos ante una representación plástica que aluda al mito del nacimiento (creación) del hombre. No hay que olvidar que la sustitución de ombligo por seno materno (paterno) o cueva es frecuente en el pensamiento mágico primitivo (Tibón, 1983); y en el taíno, específicamente, ellos tienen en común el ser sinónimos de vida. De esta forma también estamos vinculando este ídolo con el dios paridor Luquo, y su depresión central con "el gran ombligo del dios".

Lámina 2. Idolillo colgante de piedra, Nº 96, Colección Museo Antropológico Montané, Universidad de La Habana.

Me inclino a pensar de esta manera no sólo -lo que es bastante- por las características realmente excepcionales de los ídolos discoidales entre la muestra de idolillos colgantes, dentro de las cuales resalta la contraposición de una cabeza, a todas luces figurativa, a un cuerpo totalmente circular y en nada realista, sino también por la presencia de contrastes muy semejantes en otras manifestaciones del arte taíno, como la cerámica y el rupestre.

Relacionados con la maternidad encontramos los círculos concéntricos en una vasija de República Dominicana, de indiscutible factura taína (ver lámina 3).

Lámina 3. Vasija de cerámica taína. Tomado de Montás, 1983.

¿Acaso son los mencionados círculos la impronta masculina del héroe Luquo en el estado de gestación de esta figura femenina? A partir de estas relaciones, nos ha sido imposible no suponer una alusión al mito de Luquo en los petroglifos de Piedra de los Indios, en Padre Las Casas, República Dominicana (Guerrero, 1980), en donde figuras antropomorfas emergen de motivos de líneas concéntricas (ver lámina 4).

Lámina 4. Reproducción de petroglifos de Piedra de los Indios, Padre Las Casas, República Dominicana. Tomado de Guerrero, 1980.

Todo lo antes dicho también serviría para explicar un tanto la presencia de una variante del arte rupestre figurativo, el figurativo geométrico (Maciques, 1991), en donde, como su nombre lo indica, se conjugan motivos pictográficos y, sobre todo, petroglíficos, de representaciones fundamentalmente humanoides con geométricas, en el arte taíno en general.

Un ejemplo más de la relación entre lo figurativo y las líneas concéntricas lo tenemos en un sello o pintadera, de agarradera antropomorfa (?) y de superficie para la impresión en círculos concéntricos, que se encuentra en la colección del Museo Antropológico Montané (ver lámina 5).

Lámina 5. Sello o pintadera taíno. Colección Museo Antropológico Montané, Universidad de La Habana.

Los vínculos de algunos idolillos colgantes con cultos fálicos o de fertilidad no son de ninguna manera discutibles, en especial en aquellos de tipo elíptico (lámina 6). Pues una de sus características es tener un pene erecto. ¿No será acaso la posición esparrancada de estos ídolos masculinos el remedo de aquella que se adopta para parir? (2) ¿No se trata entonces del héroe Luquo que en su esfuerzo por gestar su descendencia también reitera como constante en todos los ídolos la boca halada y los ojos exorbitados o hundidos?

Lámina 6. Idolillos colgantes de piedra de tipo elíptico. Croquis realizado a partir de dibujos de Víctor Hernández González y José Ramón Alonso Lorea, 1991.

La lectura de la monografía de Gutierre Tibón (1983), El ombligo como centro cósmico, libro de desbordada erudición, me abrió las puertas a un insospechado mundo onfálico -si bien no trata del ombligo entre los taínos-, a través de numerosísimos ejemplos universales. En especial me llamó la atención cómo culturas tan cercanas a la taína en el tiempo y en el espacio, como las mesoamericanas, convergieron no sólo en formas y materiales, sino también en símbolos.

El sello de barro (lámina 7) de origen desconocido, encontrado probablemente en Guerrero, México, de 28 mm. de alto y 14 mm. de ancho (Tibón, op. cit., p. 228), bien pudiera pasar por una pintadera o por un ídolo taíno con ¡cabeza de murciélago!

Lámina 7. Sello de barro, probablemente de Guerrero. Tomado de Tibón, 1983.

La estatua huasteca en piedra (lámina 8), representación de una sacerdotisa-diosa, cerca con sus manos el ombligo, de manera muy semejante al ídolo de la lámina 1. Así, ..."los antiguos mexicanos establecían una comunicación mística con el dios creador y mantenedor, el que mora en el ombligo del mundo". (Tibón, op. cit., p. 230. Subrayado EMS).

Lámina 8. (a-estatua huasteca en piedra con manos al ombligo; tomado de Tibón, 1983. b- Idolillo colgante de piedra taíno con manos al ombligo; Colección Museo Antropológico Montané, Universidad de La Habana. c- estatuilla quimbaya de oro y cobre con manos al ombligo; tomado de Tibón, 1983.)

De mas cercano paralelismo al taíno "el mudra umbilical se conocía (y se representaba) entre los quimbayas, estirpe india de alta cultura que vivía entre la cordillera y los ríos Tacurumbi y Zegues, en Colombia". Tibón, op. cit., p. 233. Ver lámina 8.

Los mitos y las representaciones onfálicas han estado presente en todo el pasado precolombino americano. Y, en algunos casos, han sobrevivido al paso del tiempo.

Entre los zinacantecos, pueblo maya actual, "Los escarpados cerros calaos y el terreno volcánico se pierden entre las nubes en los altos de Chiapas y limitan el mundo visible de los zinacantecos, al que conciben como un inmenso cubo. El centro de la cara superior de este mundo cúbico es el "ombligo", un montículo de tierra redondeado y bajo que está en un centro ceremonial de Zinacantán. Cerca de él tienen una capilla donde ponen veladoras, queman incienso y hacen plegarias a este “ombligo del mundo", y en ella hacen sus ofrendas los zinacantecos en sus peregrinajes al centro ceremonial. El mundo se extiende a partir de este "ombligo", y la ciudad de México, según los zinacantecos, está en un lugar remoto, hacia el fin del mundo. (Vogt, 1970, p. 13).

Pero lo que resulta totalmente sorprendente es la supervivencia de la creencia onfálica taína en la población dominicana actual, según narra García Arévalo (1984. p. 53): "En varias comunidades rurales de la República Dominicana se cree que los muertos salen de noche y no tienen ombligo sino un gran agujero por el cual se puede ver una vela encendida.

Para llegar a entender el sentido de la presencia del ombligo en la cultura aborigen taína es imposible, como resulta evidente, conducirse por caminos lógicos, del todo rectos, ..."el secreto no consistía sólo en disponer del mapa global, sino también en conocer el punto crítico, el Omphalos, el Umbilicus Telluris, el Centro del Mundo, el Origen del Poder". Así expresa Umberto Eco en El péndulo de Foucault, México, 1989, p. 405. Y, en este caso, solo han quedado eslabones sueltos de una inmensa red, fragmentada por el tiempo.

Nota.

(1) volver La ausencia de huellas de uso en estos agujeros, a mi entender, elimina la posibilidad de una función utilitaria y subraya la de su sentido simbólico.

(2) volver Años después de concluido el artículo (escrito en La Habana, 1991) he consultado las Crónicas Francesas de los indios Caribes (1989) y he hallado una serie de notas que tienden a corroborar esta hipótesis del hombre parturiento (Jacques Bouton, p.117; André Chevillard, p. 272; Cesar de Rochefort, p. 406; Jean Baptiste Dutertre, p. 457; señor de La Borde, p. 526). Todos estos cronistas franceses del siglo XVII coinciden en que, entre los indios Caribes de las Antillas Menores, era usual que, inmediatamente después de que la mujer ha parido, y como si el mal pasara de uno al otro, el marido se mete en la hamaca y, fingiéndose parturiento, se queja, grita, se lamenta y se presiona el vientre como si sufriera mucho, “y hace mil muecas como una mujer joven en el momento de dar a luz”. Y sin levantarse, comienza un ayuno que dura varios días, comiendo solamente unos pequeños trozos de casabe y un poco de agua. Se le visita como si estuviese enfermo, y le compadecen y le dicen “cuánto ha sufrido para traer este bello niño al mundo”. Finalmente se hace una asamblea en donde este hombre, “parturiento”, es desgarrado con dientes de agutí por todo el cuerpo, incluyendo brazos y piernas. Estas incisiones, sobre todo las de las piernas, nos vuelve a recordar la historia mítica de Luquo: “tenía un gran ombligo de donde hizo salir a los primeros hombres, así como de su pierna, haciéndose una incisión”. (Madrid, 2006)

Fuentes.

An Arawak-English Dictionary, with an English Word-List, Georgetown, 1989.
CÁRDENAS Ruiz, Manuel (1981): Crónicas francesas de los indios Caribes, Editorial Universidad de Puerto Rico y Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.
HERRERA Fritot, René (1950): "Arqueolitos zoomorfos en las Antillas Mayores", La Habana, Boletín de Historia Natural, Vol. 3, p, 140-149.
GARCÍA Arévalo, Manuel (1977): El arte taíno de la República Dominicana, Barcelona, Museo del Hombre Dominicano.
GARCÍA Arévalo, Manuel (1984):"El murciélago en la mitología y el arte taíno". En: Boletín del Museo del Hombre Dominicano, Año XII, no. 19, 1984, Santo Domingo, República Dominicana.
GUERRERO, José G. y Fernando Luna Calderón (1980): "Informe de viaje a Padre Las Casas, provincia de Azua". En: Boletín del Museo del Hombre Dominicano. 14, p, 87-121.
LÓPEZ-Baralt, Mercedes (1985): El mito taíno: Levi-Strauss en las Antillas, ed. Huracán, Puerto Rico.
LOVEN, Sven (1935): Origins of the tainan culture, West Indies, Goteborg.
MACIQUES Sánchez, Esteban (1991):"La variante de líneas inconexas en el ordenamiento estilístico del arte rupestre cubano". Ponencia en la Reunión de Espeleólogos, Mérida, Yucatán, México. Inédito.
MONTÁS, Onorio (1983): Arte taíno. Banco Central de la República Dominicana, República Dominicana.
PANÉ, Fray Ramón (1974): Relación acerca de las antigüedades de los indios, ed. siglo XXI, México.
ROBIOU Lamarche, Sebastián (1989): "Mitología y astronomía caribe según los cronistas franceses y el Dictionnaire Caraibe Francais del padre Raymond Bretón (1665)". En: Boletín del Museo del Hombre Dominicano, no. 22, año XVI, Santo Domingo, República Dominicana.
SURÓ, Darío (1966): "Cobre, artistas y buhos. La escultura taína". En: Revista América, Washington D.C., junio.
TAYLOR, Douglas (1977): Languages of the West Indies, The Johns Hopkins University Press, Baltimore, London.
TIBÓN, Gutierre (1983): El ombligo, como centro cósmico. Una contribución a la historia de las religiones, Fondo de Cultura Económica, México.
VEGA Boyrie, Bernardo (1976) : "Pictografías". En: Boletín del Museo del Hombre Dominicano.
Vocabulario para la lengua aruaca, Colombia, 1765. Publicado en 1826.
VOGT, Evon Z. (1970): Los zinacantecos, un grupo maya en el siglo XX, ed. Sep/Setentas, México.

La Habana, 1991. arriba


 
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© Marlene García 2003 para José Ramón Alonso